La fibromialgia fue reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud en 1992. Una de las características más llamativas (y que diferencia a la fibromialgia del dolor crónico, que no son lo mismo) es que no se hallan pruebas objetivas mediante una exploración médica, es decir, no se observan daños tisulares o una estimulación de las fibras nerviosas periféricas responsables de la nocicepción (nuestro sentido de la percepción del dolor).

El diagnóstico es exclusivamente clínico, usando los criterios actuales de la Asociación Americana de Reumatología.

Las personas que padecen fibromialgia experimentan síntomas variados; destaca el dolor músculo-esquelético, pero se dan a su vez otros muy molestos como alteraciones del sueño, fatiga, cefaleas, parestesias, rigidez, déficit atencional y de memoria, depresión, y ansiedad. Además de, con frecuencia, problemas conductuales y emocionales que suelen estar presentes antes incluso de manifestarse problemas de dolor.

Además, las personas que sufren esta enfermedad suelen tener la dificultad añadida de sentirse poco comprendidos, juzgados, y frustrados al enfrentarse a la incredulidad de los demás, incluyendo familiares y profesionales sanitarios. Un buen tratamiento de la fibromialgia pasa por involucrar a los familiares para que estén informados y sepan cómo actuar para ayudar en la medida de lo posible.

La experiencia de dolor en cada persona se manifiesta de forma distinta en intensidad, frecuencia y duración, ya que una de las características del dolor es que es subjetivo. Se han observado perfiles distintos entre quienes sufren fibromialgia (según la intensidad del dolor, la interferencia percibida por la persona, la actividad que realiza, la percepción de control y de apoyo social, nivel de ansiedad y depresión, y nivel de cansancio matutino). Los errores típicos que pueden cometerse son el abandono total de actividades positivas (trabajar, salir a la calle, quedar con amigos…), y aumentar comportamientos que suelen tener efectos negativos (atender exclusivamente al dolor, centrarse y recrearse en experimentar frustración, rabia, impotencia y falta de control, abusar de fármacos…) lo que se ha demostrado que produce una intensificación tanto del malestar como del dolor percibido. Por eso es necesaria una buena evaluación, ya que cada persona tendrá unas necesidades y por tanto un tratamiento distinto. Tan importante es saber qué hacer, como saber qué no hacer.

Frente a esta enfermedad crónica, dado que no hay cura actualmente, lo que se ha logrado es prevenir el empeoramiento a través de tratamientos integrales (médico, farmacológico, fisioterapéutico y psicológico) en rutinas y cuidados, mediante ejercicio aeróbico, pautas de actividad diaria y educación, uso correcto de la medicación, manejo y alivio del dolor a través de tratamiento manual fisioterapéutico y aprender a manejar el estrés y el dolor.

Paradójicamente cuanto más activo esté uno, menos percepción de dolor, rigidez, hormigueos, y otros síntomas físicos y emocionales que hemos mencionado.

Si se siente identificado al leer esto, no lo deje pasar, ya que esta enfermedad llega a provocar limitaciones considerables y un gran impacto vital. Lidiar diariamente con su dolor puede ser extremadamente difícil, especialmente si lo hace por su cuenta. Busque información objetiva y aprenda sobre su problema. Verá que es posible mejorar la calidad de vida, quizá más de lo que imagina. Piense en ello como una diabetes o una intolerancia a algún alimento. Si se acostumbra a los cambios adecuados puede vivir con calidad. No renuncie a ello.

Si se siente abrumado a niveles que le impiden llevar a cabo su rutina cotidiana, consúltenos; contamos con una amplia formación y experiencia en el tratamiento integral de la fibromialgia y el dolor crónico mediante tratamientos empíricamente validados.

Centro Médico Deyre