El cuadro clínico de infección por SARS-CoV-2 es bastante estereotípico, y se caracteriza principalmente por fiebre y síntomas respiratorios, con disnea e infiltrados pulmonares en los casos más graves. Sin embargo, también se han producido otro tipo de manifestaciones clínicas que demuestran el carácter multisistémico de esta infección.

La gravedad de los síntomas presentados, el síndrome de inmovilización por hospitalización prolongada, la hipoxemia persistente, los trastornos cardiovasculares y hemostáticos1,2, la edad habitualmente avanzada de los pacientes y la coexistencia de patologías crónicas en los casos más graves podrían justificar la persistencia de síntomas o aparición de secuelas físicas en los pacientes atendidos por infección por SARS-CoV-2 una vez superado el cuadro infeccioso.

Por lo expuesto  anteriormente parece lógico que deberíamos tener un chequeo periódico de la esfera cardio respiratoria, con la realización de un electrocardiograma y una espirometria, además de una evaluación analítica de los valores que marcan el estado de coagulación de nuestra sangre, donde el dímero D es un parámetro fundamental en la predicción de aparición de trombos.