Durante la primavera se producen una serie de cambios que pueden afectar a nuestro organismo, a nuestra salud y a nuestro estado de ánimo debido a las variaciones de temperatura, humedad y aumento de horas de luz

En primavera es tiempo de polinización de la mayoría de plantas y árboles. Esto asociado a que, con motivo de la mejoría climática y mayor duración del día, hace que realicemos más actividades al aire libre y favorece la aparición y/o agudización de las alergias primaverales, que sufren aproximadamente un 20% de la población. El sistema respiratorio es el más afectado con procesos de rinitis, conjuntivitis, faringitis e incluso asma, que pueden afectar al rendimiento físico e intelectual por falta de sueño debido a estos síntomas.

Además los cambios en la luz, la temperatura y el ambiente provocan alteraciones hormonales y del comportamiento.

Por un lado se puede producir un efecto positivo llamado euforia primaveral que se debe a la segregación de una serie de hormonas y neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo en general, haciendo que nos sintamos más felices, y aumentan el apetito sexual (en esto influye mucho la vitamina D que produce el cuerpo de forma natural al exponerse al sol, ya que interviene de forma directa en los niveles de testosterona).

Por otro lado, estos cambios pueden afectar de forma negativa a algunas personas, pudiendo provocar una astenia primaveral, que es un trastorno temporal de adaptación a estos cambios que se producen en primavera. Además esto se agrava con el cambio de horario al de verano, ya que hay que acostumbrarse también al cambio de hora y adaptar nuestro reloj biológico. Puede manifestarse en forma de cansancio, irritabilidad, insomnio, pérdida del apetito y disminución de la libido. Suele ser transitorio y para evitarlo o disminuir su duración conviene adoptar hábitos saludables como el ejercicio (que ayuda a liberar el estrés y favorece la conciliación del sueño), una dieta saludable y equilibrada (rica en frutas y verduras)  y una buena hidratación.

Como ya hemos dicho, al aumentar la exposición a los rayos de sol favorecemos la producción de vitamina D, que también ayuda en la absorción del calcio en los huesos y tiene mucha importancia para los sistemas inmunitario, nervioso y muscular. Como contrapartida hay que tener cuidado con exponernos más tiempo al sol, ya que si no nos protegemos adecuadamente corremos el riesgo de quemaduras solares y otras lesiones cutáneas, por ello es recomendable en esta época el uso de protectores solares, gafas de sol, gorras, etc para realizar actividades al aire libre.

En definitiva se puede decir que la primavera es un período de cambio y en nuestra mano está que ese cambio sea para bien, adoptando todos esos hábitos saludables que hemos mencionado y que van a mejorar tanto nuestro cuerpo como nuestra mente.