Los esteroides anabolizantes, entre los que se encuentran la testosterona y sus derivados, son considerados como sustancias dopantes en el deporte, ya que su uso aumenta la masa muscular, dando mayor fuerza, potencia y resistencia, al incrementar la síntesis proteica de los músculos. Su utilización en el deporte con fines dopantes, puede hacerse de muchas y muy variadas formas, como inyecciones intramusculares, parches, geles transdérmicos y un largo etcétera.

Sin embargo, con la testosterona hemos tenido desde muy antiguo problemas por su producción endógena por parte del organismo, que en ocasiones aumenta de forma significativa y cuya cuantificación ha resultado difícil de establecer. Los organismos competentes en materia antidopaje establecieron inicialmente que una concentración superior a 6 en la relación testosterona/epitestosterona se podía considerar dopaje. En el año 2004 la UCI bajó la cifra a 4 para los ciclistas. Estudios posteriores describieron que la producción media de testosterona endógena es de 0,1 ng/ml y que nunca puede ser superior a 2 nanogramos por mililitro. Hoy día, existen técnicas analíticas como la cromatografía de gases acoplada a la expectrometría de masas de isótopos estables, que nos permite analizar los parámetros de la testosterona para saber a ciencia cierta si hay valores anormales de testosterona exógena y, en consecuencia, si hay doping positivo. Todo lo demás que se cuente al respecto son cantos de sirena interesados.

Consulta el artículo en el Diario AS: http://opinion.as.com/opinion/2011/11/09/portada/1320868565_850215.html